A todos nos utilizan en un momento u otro de nuestra
vida. Es más, a menudo lo aceptamos con gusto. Es un trato que se hace para
conseguir lo que se quiere o lo que se
necesita: un trayecto en coche hasta el instituto, una invitación a una fiesta.
En definitiva, una transacción justa y
consensuada… Las más de las veces. Pero sentirse utilizado es otra cosa. En ese
caso no eres más que un instrumento de
ambición del otro. Espectador entre el público y testigo mudo de su fantasía.´
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